Manos alfareras, manos que tallan la madera o manos que recuperan patrimonio, como las de María Dolores Díaz de Miranda, médico de profesión y restauradora de documentos por vocación.

Esta religiosa benedictina pasa las horas en contacto directo con auténticas obras de arte, entre códices e incunables, legajos y pergaminos de colecciones y archivos tan importantes como el de la Fundación de la Casa Ducal de Medinaceli en el antiguo Hospital Tavera de Toledo, donde tiene su particular taller de restauración.

«Las manos son la parte de mí que se comunica con el objeto, son como la prolongación de lo que yo soy como persona, lo que pienso y lo que quiero»

Por sus manos han pasado las firmas de todos los reyes de la historia de España estampadas en documentos, también privilegios rodados, esos pergaminos expedidos por las reales cancillerías de León y Castilla durante la Edad Media. Incluso la escritura de la compra de unas casas por parte de Santa Teresa de Jesús en el año 1570 para establecer una comunidad de religiosas carmelitas en Toledo, la que sería su quinta fundación.

Un trabajo artesano, minucioso y paciente en el que las manos son la principal herramienta de trabajo. «Son la parte de mí que se comunica con el objeto, son como la prolongación de lo que yo soy como persona, de lo que yo pienso y de lo que yo quiero», comenta durante el proceso de consolidación de los colores del privilegio rodado de Juan I.