Los pros y los contras para quienes se atreven a vender en la jungla de Amazon

Amazon vende 400 millones de productos en tres continentes y 15 países, incluido España, donde vende 180 millones de productos. Si esto es así, está claro que el negocio de Jeff Bezos funciona y que por eso cada vez son más los que optan por subirse a este avión gigante y supersónico del comercio electrónico.

Luego resulta que no es todo oro. “Conozco a gente a la que vendiendo en Amazon le ha ido muy bien y otra que directamente ha desaparecido”, declara Wilfredo Jurado, director del Instituto de Emprendimiento Avanzado. Y es cierto, más de una empresa ha visto cómo su ‘maravilloso’ producto iba como un tiro en Amazon, hasta que la misma compañía de Bezos lo replicaba y lo ponía a la venta por mejor precio y con mayor visibilidad. Al fin y al cabo, las reglas del juego las marcan ellos, por mucho que la Comisión Europea haya sospechado más de una vez de prácticas desleales.

Dentro de esas normas, lo primero que tienen que decidir los que quieren vender en la compañía de comercio electrónico más fuerte del mundo, es si entran como sellers o como vendors, que son los dos tipos de vendedores que distingue Amazon. En la primera categoría entra cualquier particular con datos fiscales que vende su propio producto u otros que adquiere a terceros a precio mucho más económico. Una práctica habitual es comprar en plataformas como Aliexpress o a algún otro proveedor asiático para luego venderlos más caros en Amazon. El papel aquí es el de un vendedor normal, quien se encarga de gestionar el catálogo, ajustar los precios y, si se empeñan, hasta de la distribución, dentro de un modelo B2C. El vendor, en un B2B, actúa a modo de proveedor, de manea que vende su propio producto a Amazon y delega la gestión del catálogo, las ventas a los usuarios del canal, los precios y la logística. Al vendor le da igual lo que haga Amazon porque él ya ha cobrado.

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